Vendiendo el sofá

Nuestro personaje de hoy tiene el nombre de la diosa romana de la caza, pero no estoy autorizado para usar su nombre. 

Experta en buscar promociones, descubrió por internet, en la plataforma de un almacén, un sofá ideal para modernizar la sala de su amplio departamento. Rojo fuerte como lo había visualizado, aunque a futuro eso la obligaba a comprar otro tapete. 

Después de ocho días llegó el mueble envuelto en un gran plástico y con unos soportes para los brazos, en otro paquete para instalar.

Después de destaparlo y buscar cómo colocar los apoyabrazos, tarea que aplazó, se sentó unos minutos frente al sofá nuevo. Algo no cuadraba, La química de la primera mirada se había diluido. No era el rojo de la pantalla. Este era un “rojo burdel”. así lo definió nuestra compradora. Claro, las mujeres ven muchos más colores y variantes de ellos, que los hombres. Además los apoyabrazos extraíbles implicaba romper la tela para instalarlos en los huecos respectivos. 

La compradora leyó las condiciones. Tenía cinco días para devolver el mueble  empacado de la misma manera en que la recibió, o de lo contrario la transacción se daba por cumplida. 

La protagonista de nuestra historia, con sus 64 kilos, en una tarea de tres horas, sola, volvió a empacar el sofá de tres puestos, y en la camioneta de una amiga llevó la estructura hasta el almacén de cadena. 

Los vendedores y encargados de atención al público aplicaron inmediatamente el protocolo: hacer lo más difícil posible para que la compradora desilusionada se aburriera y resignada se devolviera a casa con el sofá “rojo burdel”. -Debe venir igual de empacado- no está dentro del plazo, no hay devoluciones. y una serie de frases ya entrenadas para generar lo que se llama la derrota auto aprendida. 

Lo que no contaban los de atención al cliente, es que nuestra amiga descargó el mueble y se dirigió inmediatamente hasta donde el gerente de la sucursal. Su secretaria lo disculpó con la clásica excusa de una reunión. - “Aquí espero” y entonces la presión se invirtió. Ante la posibilidad de un reclamo ante la superintendencia respectiva, el gerente designó un séquito para atender a la reclamante. 

Al final y tras reconocer que la oferta por internet correspondía a una foto “Ambientada” la devolución fue aceptada. Hace 24 horas nuestra invitada recibió la devolución de su dinero. -¿Y la del Transporte? También. 


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