Mercado colorado

 El zapatero de la esquina arregló mi  morral rojo, fue uno de los que utilicé para hacer varias escaladas. 

Después de más de un mes fuera de mi casa encontré la nevera pelada y tomé el morral y una de esas bolsas que venden a 3500 pesos, para no darles de plástico en el supermercado, y arranqué para la tienda de descuentos. 

Como no llevaba una lista de lo que necesitaba caí en la estrategia de Sylvan Goldman, creada en 1937, el carrito de mercado. Al final, tanto el morral como la bolsa se llenaron. 

El camino a casa no mostró problemas hasta cuando pasaron cinco cuadras. Morado por el peso, una niña, de unos 13 a 14 años se acercó. -Le ayudo señor, le va a dar algo. Creo que me delataba mi cara colorada y la sudoración, mientras me agarraba de las paredes. 

Reconocí mi incapacidad de seguir cargando los paquetes, y me tragué mi orgullo, voy a parar un taxi. 20, 30 y más minutos. Nada, todos ocupados. Por fin paró uno del otro lado del carril y hasta me hizo señas. Confieso que me ilusioné. Cuando por fin iba a alcanzarlo, arrancó y en la mitad de la vía yo con mi rostro de remolacha.

Pero quedé estratégicamente frente a un baratillo, después de aprovechar una escalera plegable como silla por cinco minutos, le dije al dependiente que si vendían carritos de mercado. - Si señor a 35 mil. -Listo hagamos trato, le dije.

Después de una hora jalando mi nueva nave roja, tan roja como mi morral, llegué a casa. Fue una de las mejores compras de mi vida. 


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