Obsolescencia programada

 

mié, 13 mar, 16:41

En unos minutos voy a llamar a mi compañero J. F., lingüista, filólogo, corrector de estilo para varias editoriales y periódicos. Me lo encontré esta mañana en uno de los cuatro buses del sistema Transmilenio que debía coger para darle toda la vuelta a la ciudad. 


Con todo esto de los computadores mi amigo, que ha dejado sus ojos, al servicio de la literatura y el periodismo. Ha sido desplazado rápidamente por sistemas digitales, que hacen el trabajo más rápido y a los cuales no hay que pagarle salario. Se fue quedando obsoleto y ahora incómodo para sus antiguos jefes, que ya no saben como decirle que no llame, que ellos llaman, se aferra a su hoja de vida donde resalta una educación brillante de una intelectualidad inútil para un mundo que mide la productividad de otra manera. 


Recordé la charla que le hicieron a Conchita Díaz, la primera mujer ingeniera designada por Google para explicarle a la humanidad que la inteligencia artificial nos va a hacer más felices, mientras nos quedaremos en casa esperando la renta única que nos darán de manera generosa nuestros gobiernos. 


Detener el progreso será imposible y no aprender a manejar esta herramienta, I.A, es como oponerse a las ventajas de cocinar nuestros alimentos con fuego;  la facilidad del desplazamiento por la rueda, la electricidad o aceptar que los trenes pueden ir por encima de los 80 kilómetros por hora sin desintegrarnos, como pronosticaron sus primeros contradictores. 


Dijo un interlocutor de Conchita - Que alguien le diga a los diseñadores que les quedan dos años de profesión. A J.F. nadie le explicó que los correctores de estilo ya venían en los computadores y que aunque cada vez hay más libros se necesitan menos expertos en lingüística. Ojalá me conteste el teléfono. 




Alfredo 

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